jmcongo

Desde mi terraza escucho los tambores; los domingos por la mañana se oyen tambores, ¿de duelo? ¿de fiesta?¿de ceremonia religiosa? Creo que es esto último, pero cuando suenan por la noche lo hacen en señal de dolor o de jolgorio, pero no me importa el motivo, me gusta ese ritmo que nunca llegaré a comprender del todo porque no estoy nada dotado para la música. Ya me gustaba de pequeño oír los tambores del Bajo Aragón durante la semana santa, me hacen vibrar pues de vibraciones estoy hablando, me emocionan.
Un paréntesis: puesto que escribo y hay gente que me lee, creo necesario aclarar que ante todo soy un hombre de acción, acostumbrado a poner en marcha y ejecutar proyectos e ideas relacionados especialmente con la construcción; no soy un escritor, no tomo apuntes ni contrasto determinados datos, intento ser objetivo pero seguro que me equivoco muchas veces, así que cuidado con las cosas que digo.
¿Qué he hecho los fines de semana tras mi viaje a España?
El domingo seis de mayo excursión a Kinkole, barrio situado junto al río Congo, con los más próximos para visitar la familia de PatricK y después ir a una zona de “bares” al aire libre con paillottes, frecuentada por los kinua, para comer liboké que es el pescado de río envuelto en unas hojas grandes y cocido. Riquísimo!
El sábado 12 de mayo, comida de protocolo con un jefe de la UE en infraestructuras y su hija. Domingo, entrenar, descanso y organizar los cientos de regalos que había traído.
El siguiente, boda tradicional africana, en la que, de modo simbólico, se conocen las familias de ambas partes, discuten la dote, etc. Baile, cerveza, todo ello al aire libre, por la noche, en el patio o “cour” de la casa. Conozco a Djo, un niño que este año ha abandonado el curso porque no han pagado su “minerval” (cuota escolar trimestral), y le animo para que venga a visitarme a la obra para enseñarle cosas y animarle a que siga estudiando.
Domingo 20, entrenamiento y por la tarde visita de Eben y Stephan, para hablar, beber cerveza y reírnos.
El sábado 26, otra fiesta de mariage de alguien que trabaja en el actual hospital Monkole. En esta ocasión, es distinto, se hace en un lugar alquilado y por grupos afines, en hilera y danzando, se van entregando los regalos. Como en alguna otra ocasión, blanco = centro de atención, Marcelin, uno de los chóferes de Monkole, me agarra de la mano y me lleva al lugar de la sala donde están los novios y familia, y me dice que tengo que bailar, allí, en medio de doscientos congoleses encantados del espectáculo. No se me ocurrió otra cosa que invitar a la madre del novio, que estaba medio dormida de agotamiento y a la que por supuesto no conocía de nada y en fin, qué más puedo decir salvo que contribuí a animar la fiesta del personal.

Sábado 2 de junio tenemos una visita importante en la obra, la del General Inspector Jefe de la Armada, quien parece impresionado con lo que estamos haciendo y promete realizar las gestiones oportunas para que vengan otras personalidades y quien sabe si el Presidente de La República.
Tarde-noche voy con amigos al barrio de Lemba para beber cerveza y charlar animadamente en medio del jolgorio que se organiza los fines de semana en las calles, con sillas y mesas al aire libre y gente por todas partes, bebiendo, hablando, bailando,
El domingo voy con la familia de Alfa y con Eben a una piscina que está bastante bien, en la que aparte de jugar con los niños, puedo nadar a mi gusto por primera vez desde que estoy aquí.

Sábado 9 de junio. Nueva visita a Lemba, cervezas, risas, bullicio, acabo medio cocido.
Domingo, Visita a la “ferme” (finca del General François Olenga), con invitados de postín: Embajador de Suiza, de Namibia, etc. Comida, bebida, canoa por el río Congo…Cuando puedo me escapo con los niños para hacer una excursión por el campo. Volvemos llenos de barro.

Sábado 16 de junio
Ayer sábado me llamó Ana, una española creyente (ahora resulta que estoy rodeado de gente que es religiosa y esto es una novedad para mí). Esta mujer vino hace un mes y medio a la RDC para “contar cuentos”, para hablar, enseñar y también aprender acerca de la tradición oral y la transmisión de la cultura, ideas, costumbres, por medio de la palabra y los gestos.
Algo que en África ha sido una constante hasta hace poco tiempo, pero que se está perdiendo con la invasión de las costumbres occidentales.
Esta mujer es una amiga de alguien que conozco en Madrid. Le dijeron que yo estaba aquí, entró en el blog, me escribió y ha querido que nos conociéramos al volver de Isiro, este del país, zona de pigmeos (entre otras tribus), otro precioso pedazo de este inmenso país. Allí ha estado trabajando durante unas semanas en una universidad creo que privada.
La invité a comer en casa, le enseñé lo que estábamos haciendo y se quedó impresionada.
Es una mujer entregada a una idea y eso siempre resulta maravilloso.
Quizás por ello y también por falta de confianza no le respondí cuando me mostró alguna reticencia respecto a las interminables peticiones de ayuda que los negros piden a los blancos y a la forma en que debemos actuar en esos casos. La idea está ligada a ese estereotipo que siempre viene de la mano de los blancos, desde mis hijos hasta Jordi Raich pasando por quien se os ocurra. (luego-otro día hablaré de JR, autor de un un libro que me regalaron con amor mis queridos Pau y Elena antes de venir a la RDC).
Después de comer apareció un vecino con sus tres hijos; se puso alerta nada más entrar cuando me vio con una mujer desconocida y también me dijo que estaba celoso porque JM era su amigo al principio y ahora había terminado por ser el amigo de su mujer y de sus hijos. Poco a poco se fue relajando.
Después vino Christian.
Los niños hicieron una escenificación de lo que contarán ante los padres en la fiesta de fin de curso. Todos nos reímos cuando contaron su excursión y “aventura” con JM en la finca del general el pasado domingo.
Animé a Ana a que nos contara uno de sus cuentos. Todos escuchamos con atención, mayores y niños: Alegra se durmió al terminar, José Manuel muy atento, Serena con la boca abierta, Christian con su Primus…..y todo desembocó en una agradable tarde.

Más tarde, Sebas, Chris y yo acompañamos a Ana al convento donde se aloja, en un barrio que está pasado el río Ndjili y parecía que íbamos al fin del mundo. Ese tráfico infernal que tan sólo conoce quien ha visitado Kinshasa; agujeros enormes con vehículos atascados dentro de ellos, calles oscuras con mucha arena que nos impedía avanzar, pasando de repente por unos callejones fantasmales entre centenares de puestos de venta de artículos, algunos de ellos inverosímiles: harina para el foufou, oignon, allumettes, tomson y condimentos para hacer una salsa…y otras muchas pequeñas cosas que casi nadie compra, con cientos de bougies encendidas , mujeres, niños, jóvenes, que se nos acercan al coche para reírse de nuestro desconcierto, porque estábamos más perdidos “que un santo sin paraíso” (como dice la canción de Joaquín Sabina) en aquel barrio del fin del mundo.
Cuando he preguntado a Ana si creía que podía existir una ciudad con unas condiciones de tráfico semejantes me ha dicho que quizás El Cairo. Yo no conozco, pero por muy caótico que sea ni tendrá los enormes agujeros de aquí, ni los conductores serán tan indisciplinados como los “Kinua”. Tremendo, tremendo.

Pero como siempre sucede en África, todo termina por solucionarse, un niño sube a nuestro coche para “guiarnos”; resulta que no tiene ni idea pero es igual, nos reímos más; Ana se lamenta de haberme metido en esa situación, no comprende que estamos en un continente donde la hospitalidad es una religión ¡cómo no vamos a acompañarla a casa! Y me río-nos reímos más. Christian habla por teléfono con su MC; Sebas, impasible ante los problemas, come arrachides que no comparte conmigo para que yo pueda estar concentrado en la conducción.
Yo escucho la música de Fally que me transporta a un momento agradable y duro a la vez.
Y llegamos al convento. La vuelta es una repetición de la ida, pero con más sobresaltos, y hay momentos en los que pienso que mi flamante suzuki vitara todo terreno no puede competir con las desvencijadas furgonetas repletas de pasajeros, y que no sobrevivirá a esta aventura.

Christian me pregunta si vamos a casa (es tarde ya), Sebas dice que debo ir a descansar que estoy muy cansado después de toda una semana agotadora, y yo les digo que ni hablar, que vamos a Lemba a tomar unas cervezas, pues es mi único momento de liberación y nos reímos más!
Cervezas, brochettes de alguna carne, chikuanga, piment, más arrachides, y hablando de todo.
Por ejemplo, de que uno de los problemas que observo es que cuando se produce la transmisión de las ideas o de las órdenes hay una falta de precisión, de entendimiento y se dan excesivos malentendidos. Que hay que ser más precisos en la utilización del lenguaje e intentar comprender lo que el otro quiere transmitir, pensar en él y no en nuestra idea, meterse en su piel.
Bueno, hablamos de más cosas, de las relaciones humanas en el medio en el que nos encontramos; de que Sebas hoy es mi protegido y todo el mundo intenta acercarse a él, su popularidad se ha multiplicado exponencialmente, pero debe tener mucho cuidado pues hay mucha falsedad e interés tras ello; de mujeres, de relaciones sexuales….
Y nos seguimos riendo.

Este último fin de semana he estado en el dique seco. ¿Enfermo? NO. ¿agotado? Un poco ¿bajo de ánimo? Bastante. ¿A qué es debido? Hay un par de razones importantes.
Quizás he sido demasiado optimista y he tenido excesiva confianza en mis fuerzas y demás. Ya hablaré de ello en otra ocasión, pero este proyecto no es cosa de seis meses.
Esta semana nos ha venido a visitar el Ministro de Salud, el Embajador de Francia y la responsable de Cooperación española. Poco a poco esto se va conociendo más.

No os dejo, no me dejéis.